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Experiencias en torno a la Orientación sexual

Identificarse con una orientación “diferente a la heterosexualidad” suele conllevar un proceso bastante especial. Para algunas personas puede resultar muy claro y natural desde siempre. Pero, para muchas otras, se abre más bien un camino de irse encontrando con una vivencia llena de preguntas muy íntimas y descubrimientos personales en relación a la sexualidad propia. Progresivamente, sensaciones internas sobre los otros y sí mismo, así como experiencias amistosas, amorosas o sexuales, van dando cabida a que, “al parecer, no me siento simplemente atraído por el sexo opuesto”. Y desde ahí: “¿Significa que soy gay/lesbiana? ¿Bisexual? ¿Encajo en otras categorías? ¿Cómo entender los encuentros “heterosexuales” que he tenido hasta el momento? ¿Es necesario definirme con cierta tendencia? ¿Tiene que ser una respuesta cerrada? ¿Será esto solo una fase o es algo más duradero y esencial? ¿Implica solo el ámbito del deseo sexual o también el amor? ¿Será bueno animarme a experimentar en este ámbito?” Etcétera.

Todo este tipo de cuestiones -y tantas más- hacen de esta experiencia un proceso no tan sencillo. Lo mismo cuando hay cuestionamientos en torno a la identidad de género –o sea, la percepción subjetiva sobre el propio cuerpo y sí mismo como ser sexual-. Pues, pueden despertar un montón de dudas, confusiones y temores muy profundos respecto a la identidad personal y cómo situarse frente al mundo. Y puede no ser fácil aceptarse a sí mismo en este sentido. En esa línea, es que muchas personas llegan a consultar por psicoterapia. En este espacio pueden tratarse estos temas con la apertura y claridad que puede ser difícil hallar en soledad o en las conversaciones cotidianas.

La manera de vivir esto se encuentra estrechamente vinculada al ámbito de las relaciones con otras personas y sus perspectivas al respecto. Por ejemplo, es muy frecuente que aparezca la dificultad de cómo planteárselo a la familia, en qué medida es necesario hacerlo, qué decir y en qué momento. Asimismo con las amistades, gente conocida, etc. “¿Es necesario salir del closet? ¿Qué implica esto realmente y cómo llevarlo a cabo en mi contexto en particular?”. En este plano, aparece intensamente la problemática de los típicos prejuicios y discriminación existentes hacia la diversidad y disidencia sexual. A pesar de que hayan «avances sociales» en el tema, aún vemos que es difícil no ser heterosexual en Chile. Esto puede llevar a la persona a sentirse en una compleja situación de vulnerabilidad y temor al rechazo. Por cierto, con matices dependiendo de la manera en que este tema se aborde en el entorno significativo para la persona.

Para seguir aproximándonos a esta experiencia, es fundamental ampliar el foco y situar el asunto en el contexto socio-cultural. Dentro de la historia Occidental, la heterosexualidad ha sido considerada como “la norma”, siendo las otras tendencias sexuales vistas como una “minoría”. O sea, algo extraño y apartado del estándar. De hecho, hasta 1973 la homosexualidad era considerada como un trastorno mental por la Asociación Americana de Psiquiatría, y solo 14 años después la Organización Mundial de la Salud la removió de su clasificación internacional de enfermedades. Tanto los medios de comunicación como numerosas investigaciones han expuesto cómo la violencia sistemática hacia los grupos LGBTIQ+ se ha manifestado en todas sus formas, alcanzando niveles letales. Es decir, el mundo ha sido un lugar mayoritariamente hostil para la diversidad sexual. Consecuentemente, diversos estudios muestran cómo esta discriminación percibida afecta significativamente la calidad de vida de esta población, pudiendo elevar sus niveles generales de depresión, abuso de sustancias, ansiedad o suicidio. Aún más cuando se pertenece a ciertos grupos que ya sufren discriminación por otros motivos (por raza, pobreza, violencia de género, etc.). Esto se ve día a día en el ámbito clínico.

En Chile, por mucho tiempo, tópicos como la homosexualidad, transexualidad o intersexualidad han sido temas tabú, especialmente en épocas anteriores y grupos más conservadores. En respuesta a esto, especialmente desde los años 90’s, ha ido tomando protagonismo la lucha por los derechos LGBTIQ+, en manos de esta comunidad. Gracias a ello, distintos sondeos exponen que en los últimos años efectivamente se ha percibido un cambio positivo en la opinión pública –al menos en general-, con un creciente apoyo al reconocimiento de la diversidad y disidencia sexual. De hecho, se estima que Chile sería uno de los países de mayor nivel de aceptación y tolerancia en Latinoamérica. Además, ha habido hitos a nivel legal que irían en dirección de un paradigma más liberal y justo. Por ejemplo, entre los más relevantes:

  • 2012: Aprobación de la Ley Zamudio, que sanciona la discriminación arbitraria e incluye en sus categorías protegidas a la orientación sexual y la identidad de género.
  • 2015: Aprobación de la ley de Acuerdo de Unión Civil (AUC), siendo el primer reconocimiento legal a las parejas del mismo sexo (y uniones heterosexuales que no optan por el matrimonio).
  • 2018: Se promulga la Ley de Identidad de Género, publicándose en 2019 el reglamento que posibilita el cambio de nombre y sexo legal en el Registro Civil y el que regula el acompañamiento para niños, niñas y adolescentes trans.

Entonces, en el marco actual, por un lado se estima que la población chilena tendría actitudes más positivas que antes hacia la diversidad sexual. Sin embargo, la discriminación aún persiste. Si bien se ha avanzado en términos legales, desde muchos sectores se critica que se necesitan muchas medidas más profundas, que busquen cambios culturales trascendentes. Puede que muchas manifestaciones más “explícitas” de violencia sean descalificadas hoy, pero actualmente siguen muy vigentes las formas más sutiles e implícitas de rechazo. Dentro de la familia y amistades, esto se plasma muy visiblemente y puede ser una experiencia muy dolorosa. En conclusión, todavía vivimos en un contexto en que los códigos sociales pueden tender a complejizar la experiencia descrita al inicio. No suele ser fácil vivir como gay/lesbiana/bisexual/trans (etc.) en Chile, aceptarse a sí mismo plenamente, saber cómo enfrentarse al mundo social y desarrollarse en el mundo con tranquilidad. La psicoterapia ofrece un espacio para acoger y pensar esta experiencia.