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La vida familiar: Transiciones, crisis y oportunidades

El sistema familiar puede considerarse a modo de un organismo vivo que evoluciona en el tiempo, atravesando múltiples fases, desafíos, crisis y oportunidades. A su vez, la íntima naturaleza de los vínculos familiares hace que funcione al estilo de un engranaje, donde las vidas de todos los miembros del grupo están profundamente relacionadas entre sí. En cierto sentido, esto suena muy evidente. Sin embargo, muchas veces no se dimensiona realmente la importancia que esto llega a tener en la experiencia individual.

Siguiendo lo anterior, desde ciertas perspectivas, puede pensarse la existencia de un “ciclo vital familiar”. Los infinitos cambios de toda índole que se producen en el paso de los años, conllevan una gran evolución para la familia, con “movimientos” y “tareas” que desafían su equilibrio. Estos van siendo de diferente naturaleza según los tópicos que van cobrando más o menos relevancia en cada etapa. Aquí, la constante necesidad de re-organización se hace clave por parte de todos los integrantes, llamando permanentemente a la flexibilidad y capacidad de adaptación de la familia. Esto último puede no ser tan sencillo y existen muchas formas de abordarlo. Desde el campo psicoterapéutico, se observa que gran parte de quienes consultan, justamente lo hacen movidos desde algunas complejidades que despiertan estas transiciones en la vida familiar.

Dentro de nuestra cultura, podrían encontrarse ciertas fases más o menos comunes a lo largo de este ciclo, donde se van experimentando nuevos roles y dejando otros atrás. Por cierto, esto tiene sus respectivas oportunidades y también dificultades. Algunos ejemplos de estas fases, pueden ser:

  • Parejas sin hijos, que han decidido comprometerse o vivir juntos. Es decir, un período que abre el intenso camino de construir en conjunto una vida íntima y un hogar. Y eso, con su consecuente e inmensa gama de cuestiones prácticas y económicas, negociación de los planes, cambios en la vida social, encuentros con nuevas facetas de la pareja, etc. En paralelo, se va viendo cómo cada quien desarrollará cierta independencia respecto a su familia de origen –para quienes también suele ser un desafío lidiar con esta salida del hijo/a del hogar-.
  • Ante el nacimiento de un hijo, las parejas se encuentran con aprender a cómo incluir en sus vidas a un tercero que inicialmente es por completo dependiente de ellos. Las millones de tareas de cuidado hacen que los primeros meses y años a veces puedan ser complejos o abrumadores. A medida que el hijo/a va creciendo, se abren preguntas sobre cómo ir enfrentando fases de la infancia, la escolaridad y progresiva libertad del niño/a. Así, se configura un largo proceso de evaluar y ajustar constantemente su rol como padres y lamanera de llevar la relación de pareja.
  • Con hijos más grandes, aparece el cómo lidiar con los temas propios de la adolescencia, mientras que esto a veces coincide con ciertas crisis de la mitad de la vida de los padres.
  • Tras la partida de los hijos del hogar, muchas veces suelen emerger situaciones como la de nido vacío, reencontrarse nuevamente como pareja y transitar en conjunto hacia la vejez.
  • Más avanzado en el tiempo, se abren cuestiones relativas a cómo adaptarse en conjunto tras la jubilación, como abordar las pérdidas o duelos y algunas complejidades propias de la adultez mayor.

Claramente, estas son solo nociones o ejemplos dentro de la gran amplitud de modos de vivir, sin pretender fijar un “plan normativo o estándar”. Aunque en la experiencia clínica se suele observar que a veces rondan estas etapas. Dentro de todo esto, obviamente existen miles de situaciones puntuales de toda índole, que ameritan re-ajustes por parte de la familia. Por ejemplo, separaciones, cambios laborales, enfermedades o muertes inesperadas, dificultades más contextuales a nivel socio-político, problemas económicos, entre muchas otras. Y más allá de estos hitos, como se mencionó inicialmente, el grupo familiar se articula como un sistema. Por tanto, toda situación de vida en que se encuentre cualquier miembro de la familia, influirá de alguna u otra forma en la experiencia de cada uno de los miembros y a su vez en las dinámicas del sistema como totalidad.

En psicoterapia, a veces puede ser una buena opción tener conversaciones familiares o con más de algún integrante para abordar situaciones difíciles de resolver o incluso de hablar. En otras ocasiones, la terapia individual constituye una buena instancia para abrir todo tipo de temas relacionados a estos lazos y el tránsito por los distintos momentos de la vida. Temas como las expectativas, presiones, lealtades y distintas visiones de mundo dentro de la familia, se entrelazan de forma muy potente en la experiencia cotidiana y en la manera de ir tomando decisiones personales, de pareja o grupales. Ciertamente, las formas de relacionarse y el “clima” que se vive es particular a cada familia –además, en vista de la diversidad de constituciones familiares y la inexistencia de un “tipo de familia ideal”-. En este sentido, la psicoterapia puede ser un espacio personalizado y acogedor para abordar todas las problemáticas asociadas a estas transiciones.